Un bozal para que se
callara maldita la boca y dejara hacer mi trabajo. Recostado sobre la
placa de metal conectada a generador encendería el artefacto y le freiría
aplicadamente cuidando retener su conciencia. Le despegaría sin el menor
cuidado de la plataforma, habría que desollarle lo más posible. Le
metería en una tinaja llena de almíbar y mieles espesas, alcatraces inmarcesibles,
vestigios de mi antigua industria apícola sobre su piel y ojos frescos.
Con un zapato de mujer tacón azul turquesa dentro sus ojos, eventualmente
contra su cerebro y el bozal ahora innecesario. Escalpelo y retiraría el
cuero cabelludo ―ya mera degustación naturalista―. En las cuencas vacías,
[y por qué no, a manera de firma], dos bombillas, 150 watts cada una por detrás
del vómer y puenteadas hacia dos limones en que enraízan cables de cobre y un
paseo con mi hija y su perrito al parque.
¿ Quién será el críptico personaje que esconde tu relato?
ResponderBorrarSalud Don Belianis.
No yo, ciertamente. Y espero no sea tampoco alguien que conozca mi domicilio.
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