octubre 13, 2019

Maldición egipcia

Nombre de la exposición: Tutankamón: la tumba, el oro y la maldición
Lugar: Parque Guanajuato Bicentenario
Fecha de la visita: domingo 13 de octubre de 2019

Bueno, vamos al grano: esta “cosa” fue una porquería.
Desde la sede debí suponer que vería algo más cercano a un espectáculo de feria ―por sensacionalista y barato― que arte verdadero. Vamos, ya el título debió darme indicios de que convenía guardar distancia: Tutankamón: la tumba, el oro y la maldición (¿?¿?¿?).
Pero ignoré toda intuición y acabé yendo, de cualquier manera.
Digamos alguna cosa sobre la dichosa sede. El Parque Guanajuato Bicentenario: una obra vacía. Un trique puesto en algún lado ahí por la carretera. Un recinto enorme y sin propósito. Una colina donde el viento, el polvo y el sol, se encargan de brindarte un día inolvidable. Y si tienes suerte, puede que hasta una contingencia ambiental auténtica.
El problema de fondo radica en que este sitio no es un parque: no está al interior de una población ni tiene una vegetación demasiado distinta a la de la carretera.
No es un parque, de acuerdo. Pero su identidad verdadera tampoco queda clara: en la entrada parece que llegas a un museo interactivo de ciencias, en la línea de Explora, o algo así. Después te das cuenta que no, que es más bien una especie de Polifórum, donde hay exposiciones multitudinarias e igual puedes comprar tierra para macetas que té orgánico y, lo más importante, cerveza fría y comida chatarra. Digo: ¿por qué no? Hay que integrar a las familias.
Ah: y encima hay “arte y cultura” para completar el combo invencible. Hace falta evadirse y dar un paseíto con los tíos. En este caso, la parte cultural es una exposición de arte egipcio, donde si el 10% de las piezas expuestas tiene realmente algo que ver con Egipto, ya puedes sentir que el precio de entrada y la fila larguísima valieron la pena.
La exposición como tal: el equivalente a deambular por una galería de muebles de esas donde venden lámparas excéntricas, espejos, jarrones vistosos, ilusiones ópticas, rompecabezas, pegatinas fluorescentes, sarcófagos de Tutankamón, platillos voladores… un momento, ¿“sarcófagos de Tutankamón”? Válgame. ¿Sí habré entrado a la exposición, o me equivoqué y entré en una tienda?
Pues nada: de por sí el arte egipcio es un poco abstracto y, para mí, peligrosamente cercano a lo ‘artesanal’, en el sentido de que nunca dio demasiado lugar al individuo. Y encima ver sólo maquetas, reproducciones, dioramas, figurines… No, gracias. Cosas así son absolutamente prescindibles. Mejor me quedo en mi casa y busco fotitos en Internet.

Te invito a desenrollar una momia a las 2:30.
No faltes, cabrón.