marzo 11, 2012

Arc-en-ciel




György Ligeti ha sido, baste decirlo de este modo, una constante en mi comprensión de la música, una continua fuente de inspiración y un ejemplo cabal de integridad artística. Disfruto mucho su música. Lo menos que podría decir es que me ha marcado, sobre todo en mi forma de proceder en ámbitos que trascienden lo musical, como son el literario y el audiovisual. No quiero extenderme ahora en mi opinión de este tema por dos razones: la primera es que no quiero aburrir a nadie (hoy); la segunda es que sobre aquello que disfruto, habrá siempre ocasión natural de que mis reflexiones me traigan de vuelta. Hoy me limito a una observación escueta de una de las primeras piezas que le escuché: Arc-en-ciel.

Arc-en-ciel es quizá uno de los más claros ejemplos de contrapunto en la música de hoy. Hay contrapunto en todo: entre lo que hace la mano izquierda y lo que hace la derecha. La mano izquierda traza, en las primeras tres notas, un arpegio que conforma un acorde de Mi menor.



La derecha, por su parte, muestra un Do mayor. Inicia de este modo, casi como un juego, algo que se vuelve más complejo a medida que la pieza avanza, y que es el hecho de que cada mano comporta una armonía distinta.



La indicación del valor del compás es de ¾, con la sugerencia entre paréntesis de un dos sobre negra con puntillo, hermosamente asimétrico. De la combinación de estas disposiciones resulta el entramado de líneas punteadas que vemos como una suerte de compás parcial, que funciona sobre todo de guía, y que tiene un efecto directo en la acentuación. De esto desprendemos que hablamos también de un contrapunto rítmico.



El contrapunto en la melodía se adivina en que cada acorde está desglosado en sus arpegios y las voces se conducen en descensos leves y fatigados. Y la pieza en sí da una impresión vaga y ensoñadora. Con eleganza, with swing, sugiere Ligeti en la indicación del tempo, casi jazz. Arcoiris, líneas suaves y acuosas que se desprenden como rebotando diáfanamente por un perfil escalonado, o algo así es lo que me imagino cuando la oigo. Una débil concatenación de salpicaduras, de gotitas fractales, de prismas lluviosos.




Y esto es lo que puedo decir del primer compás, sobre todo porque únicamente del primer compás puedo decir algo. Después de este punto las cosas sobrepasan mi muy elemental instrucción musical: acordes que ya no sé cómo se llaman, ritmos que ya no sé dónde encuadrar; dejo la partitura para quienes puedan llevar este gusto de disección arqueológica a compases posteriores. Y para los que no, creo que de todos modos es siempre interesante contemplar una partitura en su valor gráfico, escuchar la pieza mientras se observa su equivalente notado, y alcanzar a atemorizarse por lo que algunos ―siempre pocos compositores hacen con los números entre las manos como si fueran plastilina.

4 comentarios:

  1. Para tener una instrucción básica consigue seducir con excelencia. Una entrada preciosa. Muchas gracias por la partitura, a buen seguro haré uso de ella.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Y yo agradezco a usted sus palabras y su estimulante asiduidad. Un saludo, como siempre

      Borrar
  2. allons maintenant retourner sur la lune?

    ResponderBorrar