noviembre 06, 2012

El tosedor

Séquito de tosedores en palco

Numerosas culturas han coincidido, a lo largo de los siglos, en referir con este nombre al noble y virtuoso oficio de toser: enarmónica, fricativa, nocturna, flemática, expectorante, contrapuntística, oclusivamente toser.
En todo rigor entrarán con deferencia a la acepción, por encomiable signo de pensamiento humanista, además, aquellos que, llegados al culmen de sus aptitudes metasensoriales, transinterpretativas e intercognitivas, se especializasen en toser en los recintos así dispuestos para la ejecución musical. No bastarán prosaicas risas tenues de tosferina para asentarse profesional consumado, garboso ejemplar de señorial linaje. No entrará a consideración, tampoco, el desaliñado desempeño del tuberculoso común (por suponérsele más bien aficionado y de poca pulitura), y quedarán naturalmente fuera la pertinaz imitación (risible en cualquier otro contexto) del minero de pardos socavones, coqueluches y convulsión histriónica.
Para el oficio que hoy explicamos son necesarios un refinamiento de oído nato, gran sensibilidad, privilegiada la mente y la voluntad, recio el semblante, penetrante la mirada. Visiblemente, también ―si no lo más importante―, dinero para tirarlo por ahí.
El tosedor en ciernes asistirá con prolija asiduidad a tantos conciertos como lo permita su incipiente manejo de la técnica y toserá con prudente dulzura al principio, si bien ya con la incisiva y transparente claridad que caracteriza a los de su estirpe. Lo hará en el pasaje que considere oportuno para la propagación de su don: que el tosido sea cual flecha, rasgue el aire y se cierna ineluctable sobre los oídos de todos en la sala como un presagio hermoso y terrible pero, de preferencia, habrá de hacerlo cuando el ámbito se perciba calmo y falsamente ―claro― inquebrantable.
Por tosedor consumado entendemos a aquel virtuoso que, conociendo a detalle la partitura interpretada, consigue la temeraria hazaña de toser en todas las pausas y calderones de la misma con precisión rítmica perfecta. No se conforma con hacerlo en los cambios de movimiento, como haría un principiante. Va más allá e incorpora su voz a la pieza, como si su línea estuviese dispuesta en ella desde siempre. Diríase, la redondea, la completa. Su ideal no es el mimetismo, sino alzarse por encima de los instrumentos, opacarlos por completo, de ser posible. Volver de la música una pálida sombra, mero reflejo de la falta de valores en un mundo contemporáneo que avanza irremediablemente hacia el vacío largamente preparado por sus simpatizantes.
Existe una vertiente de diletantes hiperacúsicos empeñados en cubrir, mediante heroica gira, los mejores teatros del mundo. Podemos reconocerlos por su trayectoria y la frecuencia de su tañer en las más destacadas salas. De uno en uno van cubriendo ―descartando― los palcos en sus listas de los más conspicuos cenáculos musicales. Difícilmente equivaldrá he tosido en el María Grever al orgullo sonoro y pesado que carga soltar: con diez mil diablos que he tosido en el Ópera de Munich, joder.
Algunos hablan, cabe la mención, de competencias secretas entre algunos de los más distinguidos tosedores eslavos. A saber, entre Dima Kuznetsov y Aksenti Lazarová, un duelo tenso y desesperado por marcar con su tosido el mayor número posible de salas internacionales. Contrario a lo que podría pensarse, el oficio despunta apenas su apogeo, estamos ante una etapa de prominencia teórica. Abundan los tratados y agudos ensayos sobre el buen toser en toda librería que se precie de serlo y podemos, con casi total seguridad, encontrarlos en el teatro de nuestra preferencia, engalanando la velada.
El autor de este artículo se precia de conservar, entre sus tesoros personales, el autógrafo de Jean-Michel Crotteaux, uno de los primeros tosedores registrados documentalmente. Esquiva pero erudita referencia, es cierto, en el octavo tomo de la Historia Universal de Jacques Pirenne.

5 comentarios:

  1. Enhorabuena Rodolfo, es un texto magnífico. Léxicamente muy rico y con la picardía de Guanajato. Me gustó muchísimo. Un abrazo y salud.

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    1. Muchas gracias, Manuel. Es muy significativa tu aprobación. Viniendo de quien como tú nada la lengua como si cualquier cosa debe ser cierto lo del léxico. El humor parece rumbo poco socorrido aquí, pero cuando lo he practicado descubro siempre una efectividad inesperada que en mis reflexiones más ensimismadas no he logrado insinuar nunca. Gracias por la visita y el comentario, buen amigo. Un saludo cordial.

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    2. El humor procura una suerte de sencillez, y además una complejidad conceptual. A mi me gustan por igual tus reflexiones más serias, por decirlo así, pero este texto tiene esa gracia abierta y popular, además. Si fuera sólo cuestión de léxico...siempre me sorprenden los giros gramáticales, que tienen en lo que escribes un contrapeso, con lo culto, natural y directo. Un abrazo.

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  2. Es un cepa de hombres aparte debo decir.... sería para mi un honor grandísimo poder convivir con alguno de aquellos tosedores de gran técnica

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    1. Pero no lo digas con nostalgia, Carlo, ya bien digo que hoy abundan estos maestros y las posibilidades de encontrarles son de a una por persona. Cuando quieras te presto mi autógrafo de Crotteaux, si eso te devuelve el sueño.

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