NÉLIDA: (…)
—Remo decía
que luna y azúcar se pegan a los dedos como el pedacito justo de cada canción,
ése que ya no se olvida por días, una lunita que mengua poco a poco pero
vuelve, infatigable a bailar en la punta de la lengua. ¿Ustedes no saben olvidarse
las canciones? Es realmente muy difícil olvidarse las canciones.
GUARDIÁN: —Uno busca sin esperanza, y cuando encuentra
se queda como helado.
A veces
hasta siente un desencanto.
REMO: —Violines y oboes, limón con azúcar
y regaliz.
Mi querido Remo: Espero que al recibo de la presente te
encontrarás bien de salud en compañía de todos tus familiares.
Todos tus familiares a saber la tortuga Berta, la estrella
de mar seca con una pata de menos, y las obras completas de Manuel Machado
encuadernadas en medio tafilete verde.
De mí puedo decirte que estoy pasando un veraneo sumamente
en compañía de mis querido papá y mamá, esos dos monstruos que me secuestran
con paredes de ternura y me torturan con látigos en cuyas puntas hay un beso.
REMO: (…)
Sos el pedazo de maldad que correspondía a este decorado. Y yo me lo fui a
buscar, yo me lo traje cantando, yo me visto con él todas las noches. (…)
—A esta hora nos vamos poniendo
idiotas.
NURIA: —Es un alivio, nos mentimos con más
facilidad.
NÉLIDA: —Pero
esa gente somos nosotros mismos. Las pesadillas son así, a uno le ocurren
espantos y cosas, y a la vez se está viendo desde algún rincón.
MARINERO 1º: —¿Por qué estás
tan callada, morenita? Un día solo, una hora sola es un cuchillo que corta las
redes para siempre. ¿Te creés que basta volver y buscar, abrir los postigos y
decir: “Borrón y cuenta nueva”?